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sábado, 4 de septiembre de 2010

Frenesí



No hables, bonita, déjate hipnotizar.

Pequeña, la razón jamás te permitirá llegar al éxtasis, sigue a mis palabras, son el único modo de ser feliz…
Recuerda que todo es una ilusión, Julieta, no parpadees, disfruta del espectáculo de la casualidad, está compuesto de erógenas paridas.

Sólo tienes que caminar, inventarte vidas llenas de años, locuras que jamás te atreviste a hacer, vuelve nacer, créetelo tú. Juega con la verdad, en ella conocerás el placer de mentir y finalmente, tírate por un barranco.


En aquel momento me di cuenta de que mi espejo no estaba roto.

3 comentarios:

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  3. Desde que tengo memoria, Marta, he librado una dolorosa y profunda batalla con el lenguaje. Con las palabras...con los sentimientos y sensaciones. He librado una intensa guerra con los estados de ánimo, emociones... y he sentido frustración. Hay algo del orden de lo frustrante en no poder poner en palabras éste o aquél sentimiento, ésta o aquella sensación. Sentimientos a los que si no designo palabra alguna, se esfuman, vuelan, se pierden, como la brisa que queda tras el batir de unas alas...
    Aunque siga intuyéndolo, se desvanece...y vuelvo a sacar la espada e intentar crear un sonido...un gesto, un símbolo que pueda albergar hasta la eternidad esa pseudo-sensación tan honda y mágica.
    Y al mismo tiempo que lucho por incluirlo en el lenguaje como intento de perpetuación, siento asco de la lengua que organiza azarosamente lo que pudiera sentir.
    Siempre pensé que si no en mi idioma, en alguna otra lengua, debiera existir una palabra que pudiera expresar exactamente cualquier sentimiento, por muy particular que éste fuera.

    Al final, esa palabra no suele existir, y debes echar mano a la intuición.
    Y precisamente esa idea contribuyó a que dejara de escribir.

    Aunque a veces, sólo a ratos, me auto-engaño leyendo a Virginia Woolf... sumergiéndome en sus olas. A veces, aunque luego despierte, nado con Agostino nifo en sus descripciones de la belleza, del amor, de la muerte y del aire fresco de balcón que sopla cada mañana.

    Pero la gente cambia. Eleva,desciende...
    Quién sabe en qué punto estoy ahora. Quién sabe en qué punto te encontraré a tí.

    Pero encontrémonos.

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